Fátima

Por Maria Benavides

Para Fátima

Espere a que me recogieran de la escuela. La campana sonó y corrí afuera para jugar bebe leche con mis amigos. Reímos y brincamos hasta que sus padres al fin escaparon el terrible tráfico de la ciudad de México y me tuvieron que decir adiós, uno por uno. Me senté con las piernas cruzadas en frente de la puerta de la escuela y comencé a dibujarme como una princesa en un reino mágico. Aquel sol radiante que dibuje en la esquina de mi papel brillaba tanto que debió de ser el día más soleado que mi imperio había visto hasta que ella proyecto su sombra sobre mi castillo.

Había visto su rostro amable cientos de veces, era nuestra hada madrina, la mujer que nos vendía bocadillos cruzando la calle. Le pusimos así porque esperábamos con ansia que nos regalara unas papas en espiral recién hechas cuando acababan las clases. Su tono era más bajo de lo que imaginaba, pero aun así era bueno finalmente ponerle un sonido a aquella voz que tanto soñaba.

Me dijo que le gustaba mi blusa verde, que le recordaba de los velos que cubrían un sauce cerca de su hogar al que le canta a medianoche.

“Pensaba que los sauces solo existían en cuentos de hada y en esa película de Disney, pero no aquí,” Le dije. Me contesto que vivía en las afueras de la capital, donde el paisaje abierto y el silencio ayudan a los árboles a crecer. La mujer se arrodillo enfrente de mí y coloco su boca a lado de mi oreja, aunque no había nadie cerca, como si las palabras que me quisiera decir fueran tan mágicas que temía que el aire las manchara con su contaminación. Fue entonces cuando me conto una antigua leyenda que decía que si le pedias un deseo al sauce, se convertiría en realidad.

“¿Como sabes?” Pregunté.

La mujer me confeso que le había pasado a ella una vez y extendiendo su mano, prometiéndome que me llevaría a visitar el sauce para que yo le pudiera pedir un deseo también.

“¡Realmente eres un hada madrina!” y tome su mano. Mi maestra me había advertido antes sobre el peligro de hablar con extraños, pero esta mujer no era una desconocida, no en mi imaginación.

Caminamos hasta que cada rincón de la ciudad que alguna vez conocí quedo fuera de vista, y todo lo que sobraba era el silencio que había descrito, aunque el hermoso paisaje y el sauce mágico no se veían por ningún lado. En vez, nos paramos en frente de restos de madera chamuscada y carbonizada.

“¿Dónde está el árbol, madrina?” Le pregunte, mirando hacia arriba.

La notaba molesta. Frunció el ceño y apretó los labios, junto como tú lo hacías cuando derramaba leche con chocolate en el tapete, mamá. Aún, la manera en la que me veía era diferente. No te podría decir que emoción sentía ella. Hasta cuando negabas con tu cabeza al ver el lío que hacía, tus ojos me recordaban que me amas. Los suyos, sin vida, atraviesan mi corazón como si estuviera intentando aplastar mis ventrículos con su mirada.

Deje ir sus dedos fríos, deseando huir, pero sabiendo que el hogar no era más que un débil recuerdo. Mientras que el contorno de dos sombras se hacía más visible detrás de la mujer, pedí mi deseo a la madera estéril y muerta delante de mí, volverte a ver.

Cuatro días después de haber sido secuestrada, el cuerpo de Fátima Cecilia Aldriguett Anton fue encontrado en una bolsa adentro de un contendor de basura en la municipalidad de Tlahuac, cerca de la ciudad de México. La muerte de Fátima, junto con los cientos de feminicidios en México, han conmovido al país y han inspirado una revolución. Las mujeres están de pie en solidaridad con la familia de Fátima y están alzando sus voces en las calles de México, peleando por su derecho de vivir sin miedo.

Me llamo María Benavides (Ella) y estoy en el penúltimo año del pre-grade en la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans. Estoy estudiando una doble carrera en relaciones internacionales y estudios legales en negocios, así como un certificado en violencia de género. Nací y crecí en Monterrey, NL, México, pero he estado viviendo en San Antonio, TX desde que tenía catorce años (¡aquí es donde estaré durante toda la beca!). En mi tiempo libre me gusta ver películas y jugar al tenis, hacer listas de reproducción de Spotify increíblemente específicas, leer y pasar tiempo con mis amigos. Elegir un solo libro favorito es demasiado difícil, pero mis favoritos son «La sombra del viento» y la serie de Harry Potter. También me encanta todo lo escrito por Sylvia Plath. Mis mayores inspiraciones siempre han sido mis padres, mis mejores amigos y Rafael Nadal.